“El cuerpo del líder tiene cuatro miembros: iluminación
y virtud, discurso y acción, compasión y justicia, respeto
y ley.” (T. Cleary: El arte del liderazgo. Lecciones zen sobre el
arte de dirigir.)

INTRODUCCIÓN
En las tradiciones meditativas se ha utilizado la postura de pie y el
ritmo de la quietud para cultivar el poder personal. La meditación
de pie se utiliza en las artes marciales y en las prácticas espirituales
para reforzar y armonizar los tres poderes universales de la presencia,
la comunicación y la posición. El poder es lo que
caracteriza al guerrero, al líder, al aventurero y al explorador.
En la sociedad occidental contemporánea ser un líder, en
cualquier ámbito, implica desarrollar el guerrero interno.
El poder de la presencia indica que somos capaces de
expresar las cuatro inteligencias: física, emocional, intelectual
y espiritual. La comunicación eficaz implica que
el contenido, el momento y el contexto están sincronizados. El
guerrero “toma postura” e informa a los demás
de dónde está y qué defiende. Un verdadero guerrero
sabe expresar honor y respeto, establece límites y hace lo que
dice.
El guerrero es consciente de las causas y efectos de las acciones que
emprende. Esto supone no autoengañarse ni ser autoindulgente, es
decir, ser responsable y disciplinado. Disciplina y responsabilidad son
las armas del guerrero para conseguir el equilibrio entre estructura y
función. Un exceso de estructura o forma lleva a la rigidez y un
exceso de función al desorden y al caos. El sendero del guerrero
es respetar y proteger la estructura y la función de la Madre Naturaleza.
El desafío del guerrero es el uso justo del poder. Cuando nos expresamos
plenamente decimos que nos sentimos poderosos. Cuando demostramos nuestro
poder nos liberamos de las actitudes que nos empequeñecen y no
dejamos que los demás nos impongan sus opiniones sobre lo que debemos
o podemos hacer o no hacer.
Las sociedades orientales honran el uso justo del poder por medio de las
artes marciales y el cultivo del poder derivado de la fuerza vital. Así,
en la tradición china se ha llamado Zhanzhuang (postura de meditación
estática en pie, postura universal, postura del poste o postura
del pilar,) al ejercicio fundamental del Arte Marcial de la Mente (Yiquan).
Para el adiestramiento del Yi (mente o intención) es necesario
el dominio del Qi (fuerza o energía vital) y este sólo es
posible mediante la práctica de la quietud.
La parte más básica del sistema nervioso de los mamíferos,
la médula espinal, condiciona los reflejos posturales más
elementales. En los mamíferos, presionando las plantas de los pies
se activan los reflejos posturales espinales que controlan y fortalecen
las piernas y la columna para proporcionar la estructura mínima
necesaria para mantenerse en pie.
En el nivel superior de integración nerviosa el cerebro coordina
la información de los canales semicirculares del oído interno
(gravedad y equilibrio) con las posturas reflejas de la médula
espinal.
En todos los mamíferos estos mecanismos operan instintiva y automáticamente.
En el ser humano también, a pesar de que la postura bípeda
obliga a una parte muy grande de nuestro cerebro a ocuparse de mantener
la estabilidad y el equilibrio. La meditación trae a la conciencia
estos profundos reflejos. De hecho, correlacionando los datos cinéticos
y propioceptivos, la estabilidad y el equilibrio se pueden refinar mucho.
1.- FUERZA, PRESENCIA Y ESTRUCTURA.
Sentimos el cuerpo troceado, desmembrado, por partes. Nos resulta difícil
cerrar los ojos y sentir el cuerpo de una vez, como un todo y, sin embargo,
lo que sentimos del cuerpo es el soporte de la identidad.
La imagen interna o interiorizada de nuestro cuerpo, la imagen mental
de nuestro organismo es el “endocepto”, el “cuerpo sentido”
de Gendlind (Focusing). Es el primer concepto y el que inaugura el mundo
interno de la persona. Las sensaciones, emociones y pensamientos surgen
del impacto del mundo exterior en esa estructura que llamamos Yo.
El Yo, tanto en su vertiente externa, el objeto cuerpo y todo lo que denomino
“mi”, como en su faceta interna, el sujeto, las cualidades
que “soy”, se tensa y se contrae como consecuencia de las
experiencias por las que pasa a lo largo de la vida.
El trabajo de relajación nos ha demostrado que existen tensiones
superficiales de origen físico y tensiones profundas de origen
psíquico (también puede haber heridas físicas graves
que hayan dejado zonas insensibles).
Las zonas desenergetizadas o insensibilizadas se convierten en dolorosas
cuando las intentamos movilizar o sentir y, es por ello, que se dejan
de lado, fuera del circuito propioceptivo, del esquema corporal. La conciencia
las evita, las rodea. Hemos aprendido a negociar con ellas, al principio
porque no había otra solución, después por hábito,
evitando el esfuerzo de rehacer el esquema global, el circuito completo,
por debilidad, por pereza, porque hay tantas cosas que hacer en la vida.
Nos hemos habituado a vivir con esas heridas, sin cerrarlas.
Cuando nos relajamos tumbados, paradójicamente, no hay forma de
conseguir una total relajación física. Lo que hacemos es
recrear el circuito habitual pero sin tensión superficial, “sintiendo”,
“relajando” o “vaciando de tensión” las
zonas sanas del cuerpomente.
Para poder relajarnos profundamente y con todo nuestro ser, incluidas
las partes olvidadas y rechazadas necesitamos una posición en la
que estemos obligados a notar, a darnos cuenta, a tomar conciencia, de
la menor tensión anormal o parásita, el menor bloqueo físico
o psíquico del cuerpo. Dicho de otra forma: para estar verdadera
y totalmente relajados es necesario que sea absolutamente inevitable.
No cabe duda de que la posición de pie es la más incómoda.
La meditación de pie es el ejercicio más antipático
que existe, pero si lo que buscamos es desbloquear, sentir y enraizar
el cuerpo, es la mejor manera de hacerlo.
Mantener prolongadamente la posición de pie supone que todo el
cuerpomente tiene que colaborar para acercarse al equilibrio más
perfecto con el menor esfuerzo. La búsqueda del menor esfuerzo
es la investigación fundamental sobre la fuerza. El equilibrio
requiere de la recuperación de todas las zonas insensibles e inconscientes
para conseguir la “imagen corporal” más consciente
posible. La conciencia, que es la energía aplicada al momento presente,
va a atravesarlas y eso va a provocar reacciones, como temblores, dolores,
dudas, recuerdos, que son nuestra forma de defendernos de lo que nos desagrada.
La actualización de los contenidos que esconde la defensa nos sirve
para limpiar, purificar, purgar, los olvidos y rechazos, y para sentirnos
más plenos y poderosamente instalados en el momento presente.
Al sentir el cuerpo de una vez se incrementa la sensación de presencia
y seguridad. Sentimos la fuerza que nos sostiene recorriendo el cuerpo,
sentimos que somos “alguien”, una estructura identitaria sobre
la que basar nuestra acción en el mundo.
2.- EL CENTRO, EL EJE Y LOS TRES RESORTES
La meditación de pie cultiva la toma de conciencia del enraizamiento
y la verticalidad del cuerpo humano. La posición erguida libera
las extremidades superiores para agarrar y manipular, lo que favorece
la evolución del cerebro. Sin embargo el bipedismo convierte el
equilibrio en un asunto mucho más complicado que para el resto
de nuestros parientes animales. La meditación de pie se ocupa del
cultivo sistemático de la intensificación y el control de
nuestro sentido del equilibrio cinético.
El cuerpo humano tiene un punto central que es el centro
de gravedad. En un organismo sano y equilibrado, el centro está
ligeramente por debajo del ombligo y justo por encima del sacro. El feto
humano y el del resto de los animales se despliega hacia arriba y hacia
abajo desde el centro. Es ahí donde se realiza la integración
(o desconexión) entre las mitades superior e inferior del torso.
Es el punto de los mayores defectos estructurales de la columna y origen
del mayor número de aberraciones posturales.
El otro factor que determina la óptima estabilidad del cuerpo humano
es la correcta alineación del eje vertical respecto
de la gravedad y la superficie de la tierra. La forma del cuerpo es flexible
y tiene una estructura interna formada por la columna y su musculatura
asociada. La columna tiene cuatro curvas: sacro, lumbar, dorsal
y cervical. La lumbar y la cervical son las más flexibles
y, por tanto, las que más tienden a contraerse e inmovilizarse
en las habituales posturas incorrectas. En una postura ideal, las cuatro
curvas se combinan para distribuir de forma óptima el peso del
torso alrededor del eje vertical y con relación a la gravedad.
Para ello es necesario realinear la columna y reprogramar la musculatura
asociada para alcanzar la óptima integridad estructural, verticalidad,
flexibilidad y fuerza.
PRACTICA: CONSTRUYENDO LA POSTURA
En la meditación de pie es muy importante dedicar un tiempo al
principio a cultivar la conciencia interna del punto central como
clave para la integración de lo de arriba con lo de abajo. (10
min.)
La parte alta y baja de la columna se reintegran mediante la alineación
de los extremos superior e inferior de la columna con la línea
central. La alineación implica ir de la convexidad a la
concavidad usando la oscilación de la pelvis para llevar el cóccix
adelante y arriba, hundiendo el mentón, llevando atrás las
orejas y empujando hacia arriba la coronilla. (5 min.)
Acabamos la práctica bajando el centro de gravedad hacia la tierra
en la postura de meditación sentado. (15 min.)
El cuerpo suele reaccionar a la meditación de pie con rebeldía
y violencia. Cuando la musculatura no está suficientemente fuerte
y desarrollada se producen temblores musculares involuntarios y sacudidas
violentas de todo el cuerpo, los sofocos y mareos son también frecuentes.
Aunque se fortalezca la musculatura, los temblores pueden continuar si
tienen relación con contenidos psicológicos. Recuerdos,
traumas, miedo, ira y otras reacciones pueden aflorar durante los temblores.
Corresponden al proceso de disolución de bloqueos miofasciales
específicos, de lo que W. Reich denominaba la “coraza del
cuerpo”. Este necesario proceso de resolver viejos traumas, bloqueos
y contradicciones, abre los caminos energéticos y reintegra las
partes “escindidas” del cuerpo.
La práctica de pie nos enseña que:
Primero: La fuerza, en sentido integral, se adquiere a través de
la integración de los tres resortes: la base (piernas),
la línea central (torso) y la esfera (brazos).
Segundo; Aprender a relajarse y a enraizarse adecuadamente le proporciona
al cuerpo la fuerza, y a esta, su cualidad explosiva.
Tercero; La fuerza depende de la alternancia tensión/relajación
que es el pulso primario de la propia vida.
Cuarto: Dominar el pulso de la vida es comprender experimentalmente que
la fuerza se produce desde la relajación y la relajación
forma parte del uso de la fuerza.
3.- ENRAIZAR LA BASE PARA INTEGRAR LOS TRES RESORTES
Desde un punto de vista mecánico y anatómico la práctica
de la meditación de pie prepara los tres resortes para
una acción unificada dirigida por la intención (Yi).
La estabilidad del eje o línea central depende de la base que lo
soporta. La base conecta el centro de gravedad del organismo con el centro
de gravedad de la Tierra. Para controlar los movimientos en el espacio
exterior debemos actuar desde el centro de gravedad. Por tanto, el movimiento
humano en la Tierra comienza con el enraizamiento.
En la meditación de pie, la posición de pies y piernas,
resorte base, proporciona la estructura con la estabilidad
óptima para enraizar la línea central. Es conveniente imaginar
que se tiene un balón entre las rodillas que se expande hacia el
exterior llevando el peso a la parte externa de los pies. La tensión
isométrica así creada en las piernas estabiliza la base
a partir de la cual la línea central y el torso pueden operar.
El resorte del tronco se activa cuando las partes alta
y baja de la columna se reintegran mediante la alineación de los
extremos superior e inferior de la columna con la línea central.
Con relación al tercer resorte, la cintura escapular y
los brazos (la esfera), su función es proporcionar equilibrio,
como en el caso del funambulista y aumentar la capacidad de recuperación
de la estabilidad cuando resulte necesario. Los hombros deben estar relajados,
bajos y redondos. Los brazos no deben tocar el tronco. Los codos ni rectos
ni demasiado doblados. Las puntas de los dedos estiradas.
La experiencia de la práctica de la meditación de pie pone
de manifiesto tres posible movimientos elementales de la línea
central:
1.- Movimiento vertical: La polaridad arriba-abajo de
la estructura da origen a la capacidad de bajar y levantar la línea
central.
2.- Movimiento horizontal: La polaridad delante-detrás
permite adelantar o atrasar la línea central cambiando la base
de un pie al otro al caminar.
3.- Movimiento rotacional: La polaridad izquierda-derecha
permite la rotación de la línea central en sentido horario
o antihorario.
En la postura de meditación de pie la línea central se coloca
en el medio del espectro definido por las tres polaridades. Las
tres articulaciones principales de la base: tobillos, rodillas y caderas
interaccionan en los tres tipos de movimiento. No obstante, cada
una de las articulaciones es primordial para uno de los movimientos. Así,
las rodillas son básicas en subir y bajar, los tobillos
en la transferencia del peso hacia delante y hacia atrás, y las
caderas en el movimiento de rotación alrededor de la línea
central.
La práctica de la meditación de pie aumenta la conciencia
de los mecanismos implicados en estas relaciones funcionales refinándolos
y proporcionando un exquisito control sobre los movimientos corporales.
PRACTICA: LOS GUERREROS DE LA QUIETUD
El objetivo de la meditación de pie es mantener el cuerpo recto
y la mente libre de distracción, el tono adecuado y la respiración
sin esfuerzo. Al hacerlo así se adiestran músculos, huesos
y sistema nervioso. Lo fundamental es concentrar la mente en percibir
movimiento y quietud en el interior del cuerpo.
Mantener la cabeza y la zona lumbar rectas. Las puntas de los dedos de
pies y manos ligeramente estirados, la lengua tocando el paladar y cada
poro del cuerpo ligeramente abierto.
La función del resorte de base es iniciar e impulsar el movimiento
de la línea central y el torso a través del espacio tridimensional.
La práctica consiste en preparar la base para el movimiento:
1.- Movimiento vertical: Investigar la polaridad arriba-abajo
mediante la toma de conciencia de la tensión-relajación
de las rodillas.
En la inhalación se eleva la línea central estirando las
rodillas. En la expiración desciende la línea central flexionando
las rodillas. Se mantiene el movimiento voluntariamente durante siete
respiraciones completas y se abandona la intención permitiendo
que el cuerpo tienda hacia la quietud. (5 min.)
2.- Movimiento horizontal: Investigar el movimiento horizontal
que permite el desplazamiento delante-detrás alternando el peso
del cuerpo de un pié al otro tomando conciencia de la tensión-relajación
de los tobillos. El centro de gravedad se desplaza horizontalmente, sin
subir ni bajar. Se mantiene el movimiento voluntariamente durante siete
respiraciones completas y se abandona la intención permitiendo
que el cuerpo tienda hacia la quietud. (5 min.)
3.- Movimiento rotacional: Investigar la polaridad izquierda-derecha
rotando hacia un lado y hacia el otro. Aunque el peso del cuerpo se reparte
entre las dos piernas desde la confluencia de la 5ª lumbar y la 1ª sacra,
la rotación se realiza desde el mingmen (punto situado entre la
segunda y la tercera lumbar). Se inicia y se mantiene el movimiento voluntariamente
durante siete respiraciones completas y se abandona la intención
permitiendo que el cuerpo tienda hacia la quietud. (5 min.)
Acabamos la práctica bajando el centro de gravedad hacia la tierra
en la postura de meditación sentado. (15 min.)
4.- MEDITACION DE PIE Y SALUD INTEGRAL
Mientras practicamos la postura de pie examinamos, consciente e inconscientemente
a la vez, el funcionamiento de articulaciones, ligamentos y músculos.
Experimentamos su doble uso: tensión y relajación. Tenemos
la sensación de que tensión y relajación son relativas
y coexisten. En otras palabras, que cada articulación tiene solidez
y no la tiene, tiene tensión y tiene relajación. Meditar
de pie transforma lo débil en fuerte y convierte la torpeza en
agilidad.
Cuando practicamos la meditación de pie no sólo aumenta
la fuerza física sino que también se despiertan los procesos
de sanación dentro del cuerpo, permitiéndole que se cure
a sí mismo de toda clase de enfermedades.
La mayoría de ejercicios atléticos tienden a ser hiperactivos
y, hasta cierto punto, perjudiciales para la salud. Cuando una persona
hace mucho ejercicio el ritmo cardiaco se acelera y jadea al respirar
hasta el punto en que tiene que parar para que corazón y respiración
se normalicen. Al terminar, la persona experimentará fatiga.
Cuando se practica la inmovilidad en pie, el cuerpo también se
cansará pero ni el pulso ni la respiración se acelerarán,
al contrario la respiración será más completa y profunda,
y la circulación más regular.
En comparación con los ejercicios atléticos en los que el
corazón trabaja demasiado y la respiración responde con
un esfuerzo excesivo, el equilibrio físico se caracteriza porque
cada parte del cuerpo contribuye al funcionamiento general.
Lo más importante es evitar el esfuerzo mental o físico.
Al usar fuerza física la energía (Qi) se congestiona. Cuando
la energía está bloqueada, la intención (Yi) se estanca.
Y cuando la intención se estanca, el espíritu o (Shen),
se dispersa.
Resulta útil discernir tres actitudes básicas a observar
durante la meditación de pie. En la primera, no se consigue conectar
de manera continua o estable con el centro. El individuo pierde el centro
y tiende a fusionarse con la idea, sentimiento o persona con la que entra
en relación. La segunda se caracteriza por armar toda una serie
de tensiones superficiales como defensa ante la relación. Esto
provoca una sensación de lejanía respecto al mundo y un
movimiento mecánico y poco espontáneo La última actitud
es incapaz de sintonizar con la presencia de lo otro y permanece ensimismada,
vuelta hacia dentro. El individuo no puede ponerse en el lugar del otro
y su única referencia son los deseos y aversiones propios.
En el primer caso existe una debilidad estructural, física y energética,
una falta de enraizamiento y de contacto con el interior de sí
mismo y con la tierra. En el segundo, un déficit psíquico,
una desorientación básica que impide tanto el compromiso
como la relajación profundas. En el tercero, la imposibilidad del
reconocimiento del otro, de saberse individuo en relación, la incapacidad
de abrirse a otros puntos de vista, otras vibraciones, otras realidades,
en definitiva, la falta de sintonía espiritual.
PRACTICA: EN BUSCA DE LA FLUIDEZ DE LA EXPERIENCIA
Si el centro y el eje vertical han sido el objeto de la primera práctica,
y el asentamiento de la base el de la segunda, nuestra tercera práctica
está consagrada al uso de la cintura escapular y los brazos para
el equilibrio integral del ser.
Expande la zona lumbar, mete la pelvis, levanta las rodillas y hunde el
cóccix, así el cuerpo se planta firmemente en el suelo,
se estabiliza y mantiene el centro. Para que se estiren los ligamentos
que sostiene y dan forma al cuerpo debes estirar el cuello, las muñecas
y los tobillos. Al hacer esto, todos los ligamentos del cuerpo se estiran.
Comenzamos con una práctica de crear, identificar y cultivar el
centro. Las manos pueden estar posadas sobre el vientre, derecha sobre
izquierda para los hombres, izquierda sobre derecha para las mujeres.
También pueden mantenerse a una cierta distancia de la zona donde
sentimos el Hara, abiertas y con los dedos estirados. Con cada expiración
llevamos la atención hacia esa zona, cargando el depósito
de la energía vital. Cada vez que aparece alguna “interferencia”
se observa y, suavemente, se devuelve la atención al proceso de
conectar y cultivar el centro vital. El centro se nos puede aparecer algo
por encima o algo por debajo del ombligo, más próximo de
la zona frontal o de la columna vertebral, y más escorado hacia
la izquierda o hacia la derecha. Mediante la profundización de
la expiración (no mediante la imaginación o la voluntad),
vamos bajando y centrando el Hara y haciendo que la energía vital
o física se recargue gracias a la conexión con el centro
de la Tierra. (10 min.)
A continuación, levantamos las manos hasta la zona del pecho y
el corazón. También se puede hacer con las manos juntas
como en el gesto de rezar. La respiración realiza un doble circuito
de activación de todo el organismo. Inspiración hacia el
corazón, expiración desde el corazón hacia la punta
de los dedos de las manos. De ahí, inspiración hacia la
cara y expiración hacia la planta de los pies. De nuevo se lleva
la inspiración hacia el corazón y se continua toda la serie
durante todo el ejercicio. La “coraza caracterológica”
(tensiones superficiales) va cediendo. Observamos sistemáticamente
todas las “interferencias” que se van produciendo anotándolas
mentalmente antes de devolver la atención al proceso respiratorio
(6 min.).
Una vez terminada esta parte, se levantan las manos hasta la altura de
la frente o se abren hacia arriba, hacia el cielo. La respiración
va ahora desde dentro hacia fuera. En la inspiración llenamos el
centro y en la expiración vaciamos, proyectamos hacia fuera por
todos los poros del cuerpo. La inspiración concentra y la expiración
suelta. La atención continua en la expiración provocará
el cambio de actitud. La persona sintoniza con el mundo exterior y se
abre a una relación en la que ya no sólo recibe sino que
aprende a dar. Nos mantenemos atentos a los acontecimientos externos e
internos que se producen durante el proceso. (4 min.)
Acabamos la práctica bajando el centro de gravedad hacia la tierra
en la postura de meditación sentado. (20 min.)
5.- LA EXPERIENCIA DE LA RELAJACIÓN
La práctica correcta y sistemática de la meditación
de pie conduce a la experiencia de SONG, generalmente
traducido como el estado de relajación o el acto de relajarse.
SONG implica un estado de quietud con un elevado nivel
de alerta y disposición para la acción, muy parecido al
de un gato a punto de saltar.
Como hemos experimentado, el cuerpo reacciona ante la postura y la quietud
sostenida con sacudidas, temblores, pequeños mareos, sofocos, etc.
Cuando las resistencias ceden a la tendencia natural de lograr la estructura
más eficiente con el menor esfuerzo, todas las tensiones residuales
se relajan y se liberan en un prolongado e involuntario suspiro.
Con el suspiro las caderas se aflojan y el torso baja, el cóccix
se hunde y la pelvis oscila adelante y arriba, la curva lumbar desaparece
mientras la columna se estira y alinea. Al mismo tiempo, el peso se hunde
a través de las piernas hasta los pies y el torso se enraíza
en el suelo. La musculatura de brazos y parte superior del cuerpo también
se relaja y se expande natural y homogéneamente en todas direcciones.
Estos pequeños movimientos son las manifestaciones físicas
de la adaptación del cuerpo a la unidad de fuerza y estructura.
Mediante la comprensión experimental de la relación entre
la inhalación-exhalación del ciclo respiratorio y la polaridad
tensión-relajación, se empieza a percibir el ciclo fundamental
de carga-descarga que mueve la vida. La exhalación está
asociada a la relajación y a la descarga, y la inhalación
con la carga y la tensión. Esta última se manifiesta en
ritmos respiratorios disfuncionales y en patrones posturales incorrectos.
Como describió Reich y otros la característica fundamental
de la vida es el ciclo vibratorio de carga y descarga energéticas.
Esto puede observarse en su forma más pura y primitiva en la estructura
esférica de una célula. Los movimientos plasmáticos
desde el centro del cuerpo celular hacia la periferia y a la inversa se
producen con un pulso rítmico de contracción y expansión,
de carga y descarga o de tensión (acumulación) y relajación
(liberación) de energía.
El SONG se origina en el punto central o wuji,
centro de gravedad y biológico situado en el abdomen a igual distancia
del dantien en la parte frontal y el mingmen en la espalda. Trabajando
con la respiración como pulsación primaria se puede cultivar
el flujo de energía desde la periferia hacia el centro
al inhalar y desde el centro hacia la periferia al exhalar.
En un ciclo respiratorio natural una columna naturalmente fuerte y flexible
funciona así: en la inhalación (carga) los extremos de la
columna se arquean un poco hacia atrás creando una curva convexa
en el dorso, con la cabeza ligeramente inclinada atrás y arriba,
y el coxis y las nalgas también sobresaliendo hacia atrás.
En la exhalación (descarga), la pelvis y el cóccix se meten
adelante y arriba, la cabeza se inclina un poco hacia delante y la barbilla
se mete ligeramente hacia dentro. Las dos acciones se combinan para enderezar
y estirar la alineación vertical de la columna. El énfasis
debe llevarse a la función integradora de la exhalación.
En cada expiración se debe exagerar el empuje y la inclinación
de la pelvis y la barbilla, como aproximando cóccix y barbilla.
En la inhalación no se pone ninguna intención, dejando que
cabeza y cóccix se muevan naturalmente, oscilando ligeramente hacia
atrás.
Cuando, como consecuencia de la práctica, la expansión elástica
del organismo provoque la integración de los tres resortes, se
puede empezar a trabajar en el uso consciente de la tensión en
la fase de relajación, llenando el cuerpo de tensión durante
la exhalación. De la misma manera, se puede utilizar la relajación
consciente durante la inhalación vaciando el cuerpo de tensión
durante la inspiración. Este uso de la tensión en la relajación
y de la relajación en la tensión es lo que permite integrar
fuerza y elasticidad. (Esta práctica avanzada es sólo recomendable
cuando podamos sostener la posición de pie durante, al menos, 40
minutos, sin sentir dolores ni tensiones que impidan la atención
al proceso)
PRACTICA: EL LOTO
Se construye la postura y se van rehaciendo los pasos dados en las prácticas
anteriores: el centro, el eje, los tobillos, las rodillas y el punto de
rotación (entre la 2ª y 3ª lumbar). Se equilibra energéticamente
con la posición que se escoja para los brazos.
Una vez realizado este repaso, el practicante comienza a identificarse
con un loto: los pies y las piernas como raíces hundidas en el
lodo alimentándose de la energía telúrica; el tronco
(tallo) vertical pero libre de rigidez y tensión; los brazos (pericarpio)
dando estabilidad a la cabeza y coherencia a los tres resortes; en lo
alto de la cabeza la flor de loto abierta al mundo celestial. (30 min.)
Acabamos la práctica bajando el centro de gravedad hacia la tierra
en la postura de meditación sentado. (30 min.)
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