A Michel Katzeff,
que en paz descanse
y en la nube flote.
Ante el empuje emancipador de la
mujer, el hombre con su imagen, sus prerrogativas, han quedado profundamente
cuestionados. Al hombre, sin aparente salida, no le queda otra que pararse
y reflexionar, cuestionar ese modelo, y encontrar otra forma de ser hombre
desde una búsqueda profunda de su masculinidad. ¿Cómo
integrar para él su razón y su sentimiento, su fortaleza
y su fragilidad, su sexualidad y su receptividad?, ¿cómo
no tener miedo a la vulnerabilidad, a perder el control, a ceder poder,
a ser solidario?.
En definitiva ¿cómo encontrar otro modelo cuando sólo
se tiene un modelo?
Sin Fronteras (SF): En tus libros planteas el surgimiento de una
nueva masculinidad, cómo encontrar nuevos sentidos, como rehacerse
hombre hacia una identidad más amplia de la que hasta ahora éste
se había identificado. ¿Cómo has llegado a plantear
esta nueva dimensión y en qué está basado tu trabajo
sobre la masculinidad?
JUAN CARLOS KREIMER: Está
basado fundamentalmente en una necesidad personal y de un grupo de hombres
que empezamos a reconocer que no teníamos un espacio propio donde
compartir lo que nos pasaba sin ser interpretados, esterereotipados o
criticados. Empezó con unos matrimonios amigos cuando nos reuníamos.
Nos dábamos cuenta que cuando las mujeres se iban hablabámos
de forma diferente, podíamos utilizar códigos de varones
sin ser malinterpretados, códigos propios de varones. A partir
de ahí empecé a enterarme de que los grupos de hombres ya
existían en Canadá, Brasil, Costa Oeste Norteamericana,
en España y Chile. Había grupos de hombres que estaban investigando
esta problemática, investigando a partir de vivencias. En aquel
momento empecé a buscar trabajos de reflexión sobre la condición
masculina y solamente encontraba algunos hechos por mujeres, en verdad
había muy pocos hace seis o siete años. Salvo «Hombres
de Hierro» escrito por hombres, en Estados Unidos. Esta realidad
me hizo dar cuenta de que eso era lo mejor que nos podía pasar
porque nos permitiría empezar de cero, empezar a investigar y ver
qué nos pasaba, a reflexionar sobre nuestra condición con
menos condicionamentos.
SF: Me imagino que esa
época coincidió con un fuerte aumento del feminismo, ¿en
qué medida, esos grupos, tienen algo que ver con una reacción
ante la voz que tomaba la mujer?.
KREIMER: Me interesa hacer una
especificación, porque los grupos de hombres empezaron a salir
a la superficie junto con el feminismo, que no con las feministas, porque
el movimiento de las mujeres tuvo un primer periodo, allá en los
años 60-70, de mucha confrontación, de mucho rechazo, donde
todo vínculo con hombres era malo, dañino, tóxico.
Poco a poco el movimiento se fue desnudando y las mujeres se dieron cuenta
de que no podían hacer un cambio social sin los hombres. Vieron
que era mucho más rico para ellas empezar a descubrir la Mujer,
lo Femenino, y ahí aparecieron todos los grupos de identidad femenina,
los grupos junguianos, empezaron a hablar de los arquetipos femeninos,
de ser mujer, de la diosa que había en toda mujer, y en términos
mucho mas cotidianos, las mujeres empezaron a descubrir su aspecto femenino.
Entonces surgen los grupos de hombres. No aparecen como grupos para trabajar
el aspecto femenino del hombre, son grupos de hombres machistas; no van
a trabajar su aspecto mas sensible, sino que son hombres que acompañaron
los fenómenos sociales que hubo en las últimas décadas;
hombres que comprendieron los reclamos del feminismo hacia lo masculino
por todo lo que la masculinidad acarreaba de ideas patriarcales, de ideas
de predominancia de ser un modelo que respondía a un sistema capitalista
destructor y empezaron a reeplantearse su parte masculina.
SF: Yo creo que la mujer,
o el movimiento feminista a posteriori, ha reflexionado y ha visto que
en la historia no solamente ha sido víctima dentro del sistema
patriarcal, también ha sido de alguna manera cómplice. ¿En
qué medida el hombre está también atrapado por el
modelo patriarcal?, ¿cómo es este modelo para el hombre
y cómo se debate?.
KREIMER: Muchos hombres que tenemos
entre 30, 40 y 50 años hemos sido criados bajo un modelo de educación,
en nuestra casa, escuela y sociedad, que respondía a un modelo
patriarcal, y se ha impreso en nuestro psiquismo. No podemos decir «de
esto me olvido»; nuestra mente está formada con un sistema
patriarcal. Por otro lado, los hombres hemos ido evolucionando y vivimos
a caballo entre dos paradigmas, el viejo y el nuevo, y hemos sido capaces
de ir a caballo de los dos. Pero sigue el modelo patriarcal, nos cuesta
aflojarnos y decir «no sé qué hacer». Es necesario
revisar y explorar para poder llegar a una síntesis clara para
que, por lo menos, nuestros hijos reciban en la educación un nuevo
modelo de su padre. Aquí también aparece el modelo patriarcal
a la superficie: a medida que crecen nuestros hijos nos vamos dando cuenta
de como todo lo que criticábamos de nuestros padres, de las autoridades
escolares o de la sociedad como representantes de un orden que pone límites
de alguna manera lo adherimos y lo continuamos con nuestros hijos.
SF: A un cierto nivel la
mujer ha podido poner fuera al malo de la película, el sistema
patriarcal del hombre, pero él mismo lo tenía dentro entonces
era difícil luchar contra sí mismo. De alguna manera, él
también ha sido víctima de su propio sistema, y lo seguimos
siendo.
KREIMER: En este momento las víctimas
de la sociedad también son los hombres, quizás los que menos
consciencia tienen de ello. Yo por ejemplo tengo que hacer mucho esfuerzo
para llegar a los hombres, para explicarles cuál es su problemática
y por qué muchos no tienen consciente esta cuestión. Piensan
que la felicidad o la realización personal pasa por el poder material,
profesional, por el triunfo, el éxito, por las posesiones y no
por la recuperación de un ser, de una manera de ser. Yo creo que
hay mas hombres víctimas del sistema patriarcal que mujeres golpeadas,
acosadas, o más hombres víctimas que mueren de esta mentalidad
en todo el mundo que en las mismas guerras actuales. En las guerras hay
muchas muertes concentradas, y asustan, pero si tienes en cuenta la cantidad
de hombres que mueren de infarto, de patologías degenerativas por
contener al ser que hay dentro de ellos, cambia la idea.
SF: ¿Sería cierto de alguna manera
que la mujer es al amor como el hombre al deseo y entonces es difícil
una comunicación real, en la medida que el eje del hombre es desear,
conquistar, triunfar, cuando en la mujer es sentirse amada?.
KREIMER: El hombre esta condicionado
por el hacer. Es como si tuviera que encontrar su identidad en el hacer.
En cambio, antes, muchas mujeres encontraban su identidad simplemente
consiguiendo un buen marido, teniendo hijos, siendo buenas madres. A una
mujer, el hecho de poder concebir le da cierta identidad. Los hombres
como no podemos concebir tenemos que hacer y poseer para tener identidad.
Esto es muy duro decirlo así, pero...
SF: Es cierto esto de que
el hombre está a caballo entre un paradigma y otro. Recuerdo una
encuesta relativamente seria que apareció en el diario El País
acerca de las tareas que realizaban los hombres en casa, las tareas domésticas.
Cuando la mayoría reconocía que si la mujer trabajaba fuera
de casa ellos tenían que colaborar al 50%, la realidad era que
sólo un 5% bajaba la basura, un 0,4% planchaba, un 2% iba a buscar
a los niños al colegio, etc, etc., esto indica que la realidad
es muy distinta, entre el deseo o el reconocimiento consciente de que
tienen que cambiar las cosas y la realidad afectiva.
KREIMER: Esto es cierto y yo hablaría
de cierta comodidad de los hombres en cuanto a las tareas cotidianas.
Sentimos que tenemos como misión crear grandes proyectos, proveer
de cantidades de dinero, y muchos hombres no se arremangan a la vida cotidiana.
SF: ¿No será
que el prestigio como motor de la sociedad predisponga en este caso a
los hombres a que ciertos comportamientos que son desvalorados y desprestigiados
por la misma sociedad no puedan ser asumidos?. Los mismos medios de comunicación
marcan cuales son los comportamientos adecuados de uno u otro sexo. Tal
vez, mientras no cambien los valores en el prestigio sea difícil
cambiar algo.
KREIMER: Tampoco tenemos que cuestionar
tanto a los hombres. Hemos de tener en cuenta las características
físicas y biológicas del hombre y de la mujer en cuanto
a un comportamiento más hacia el exterior o hacia el interior.
SF: De alguna manera el
modelo patriarcal que ha creado una sociedad también hace que la
mujer se equipare al hombre en funciones
KREIMER: Estamos cayendo en la
trampa. Muchas mujeres se sienten muy realizadas porque tienen éxito
en el mundo de los hombres y lo que veo ahí es que han tomado lo
peor del sistema masculino. Porque son gerentes de empresa, porque ganan
mucho dinero y son buenas competidoras. ¡Qué fantástico!
van estresadas, y de repente ganan dinero como para pagar a una empleada
que le mantiene a los hijos. Hemos de tener conciencia de que estamos
viviendo con valores muy trastocados, y muchos hombres que tienen conciencia
de esta situación no intentan diferenciarse de las mujeres, que
han quedado pegados a ella como a un sistema de creencias o pensamientos
unisex. No somos unisex, no somos iguales, por suerte.
SF: ¿No habrá
un cierto peligro en naturalizar los comportamientos femeninos y masculinos?.
¿Quiere decir que la mujer por naturaleza es más amorosa,
más tierna, tiene que hacer un tipo de funciones, cuando el hombre
es más activo, más dinámico y tendría que
hacer otro tipo?. Desde otra lectura quizás más antropológica,
podemos ver que aunque hay una tónica parecida en todas las sociedades
más o menos estudiadas, lo cierto es que hay comportamientos muy
dispares, comportamientos en sociedades que nosotros atribuiríamos
como femenino cuando lo hacen hombres, y comportamientos que nosotros
interpretaríamos como masculinos y los hacen mujeres. Tal vez no
es tan fácil hacer una regla universal
KREIMER: No, lo que estoy diciendo
es que no nos polaricemos y no nos quedemos pegados a este tipo de rol.
Yo no digo que los hombres no hemos de tener la agresividad o la fuerza
que teníamos, sino que tenemos que usarla para causas más
sistémicas, más ecológicas, más globales,
es decir, no para contribuir a un mundo en el cual seamos cada vez mas
víctimas, sino para construir un mundo en el cual podamos vivir
mejor esta situación. No estoy diciendo que las mujeres abandonen
el mundo del trabajo, sino que nos ayuden a los hombres a crear empresas
diferentes, maneras de relacionarnos, de colaborar diferentes, más
propias de la vida hogareña que de la vida de los negocios, o más
propias de las características femeninas, en cierto modo colaboradoras
de los hombres. Y también estoy apuntando, no a dar una respuesta
de lo que debe ser, yo soy apenas un hombre de los tantos que hay en el
planeta, lo que si que estoy es invitando a mis congéneres a que
empiecen a elegir el tipo de hombres que son, que busquen y que sean conscientes
del tipo de hombre que eligen ser.
SF: ¿Hay algún planteamiento, algún
modelo que se proponone dentro de los grupos de hombres?.
KREIMER: Sí. Hay un modelo
que es encontrar el ser genuino, ser más de cada uno, encontrar
quien es más allá o más adentro de los condicionamientos
que recibe a lo largo de la vida, sacar su esencia. Que cada cual genere
su propio estilo.
SF: Sería lo ideal,
que cada hombre pueda reconocer su propia fuerza masculina, y darle la
forma que
KREIMER: Primero que pueda realmente
darse cuenta de lo que le pasa, lo que siente, lo que quiere, a lo que
aspira. Segundo, que lo pueda expresar, no sólo que se dé
cuenta a un nivel intelectual, sino que también lo pueda sacar
de adentro suyo a la vida real, cotidiana e inmediata, y tercero, que
sea dueño de esta energía, en el sentido de que sepa cuando
usarla y cuando no usarla, porque a veces surge de repente una fuerza
y agresividad que tenemos los hombres delante de algún proyecto
que puede romper algo muy frágil. Esos tres pasos son importantes,
darse cuenta, expresar y adueñarse.
SF: ¿Cuáles
serían los miedos que los hombres en esos encuentros tienen, esta
homofobia que normalmente tienen con respecto a otro hombre, en cuanto
a la dificultad de expresar su parte más vulnerable, sus sentimientos?.
Me doy cuenta de que entre hombres es difícil que hablemos de cómo
hacemos el amor, de cuáles son los problemas, de cuántos
son nuestros miedos..., porque es como reconocer una parte muy frágil.
Cosa que con las amigas es más fácil.
KREIMER: Yo creo que los hombres
comunicamos más entre los hombres en función de una imagen
que en función de un personaje. Esto se construye de pequeños,
cuando la energía salvaje, como dice Wilde, silvestre, empieza
a ser adaptada al nuevo tipo de vida; así como para gustar a su
mamá, a papá, al maestro, al amigo. Es importante toda esa
etapa de la infancia de los cinco años, el periodo edípico,
los años en que el chico se socializa en la escuela. Es una edad
terrible porque lo que quiere el chico es jugar, tener libertad. Yo recuerdo
que lo que ansiaba era, llegar a casa, hacer las tareas e irme a la calle
a correr, no tengo buenos recuerdos de aquel momento. Hay un momento en
que empiezas a cortar esa energía, yo mismo, empecé a adaptarme
para no tener problemas de conducta en la escuela, con mis padres, para
que no me castigaran y ahí empezamos todos a olvidar quiénes
somos. De adultos nos cuesta mucho llegar a esos registros que quedan
grabados en alguna parte de la memoria y del cuerpo, y a esas memorias
no llegamos sólo hablando, necesitamos hacer algún ritual,
algún ejercicio de movilización emocional para que aparezcan
memorias que están muy acorazadas. Por eso en los grupos de hombres
se habla, pero también hay movimientos, situaciones, rituales,
hay movilización.
SF: Recuerdo mi primera
relación importante con una mujer mucho mayor que yo. Interpretaba
que si yo no era un hombre femenino no iba a ser aceptado, con lo cual
solamente potenciaba mis registros femeninos, tierno, tranquilo... y entonces
me di cuenta de que habían aspectos masculinos que no los sacaba,
porque no era valorado, tanto en la sexualidad como en la manera de vestir,
todo. Era como encarnar un modelo femenino, porque el masculino estaba
bastante castigado.
KREIMER: Fuiste iniciado por la
diosa, se diría. Te faltó estar iniciado también
por un mentor, por un hombre. Además, es cierto que en los años
de transición que estábamos viviendo era más fácil
ser un hombre sensible que no ser un hombre duro y por suerte, muchos
hombres como tú se dieron cuenta de que había una carencia.
En los trabajos de grupos de hombres se trata de recuperar la parte masculina,
es decir, la parte masculina afectuosa, el padre amoroso, le llamamos
en estos grupos. El hombre que puede amar a otro hombre por el solo hecho
de ser, un ser que está en la vida, un ser divino, sin que por
esto sea homosexual, ¡da mucho miedo!.
SF: ¿Cuál
es el peso de las fantasías homosexuales?
KREIMER: No tengo ideas precisas
al respecto. Por lo que compruebo, la mayoría de los hombres que
han pasado por alguna experiencia homosexual, algún juego en la
adolescencia -para muchos eso fue fantástico en el sentido de que
por un lado les desarrolló la osadía de animarse a seguir
sus impulsos, después se dieron cuenta de que eso no era de su
gusto-. Esto es una constante que se ve en los grupos de hombres, casi
todos han tenido algún tipo de experiencia muy secreta que no la
han contado a nadie. Pero creo que la mayoría de los hombres en
algún momento de su vida han tenido alguna fantasía mental
homosexual, de algún cuerpo masculino, y creo que es bueno empezar
a aceptarlo porque no es nada malo. Yo considero seres maravillosos a
los hombres gays. Nos ha enseñado a muchos hombres a convivir con
nuestra parte femenina, con menos prejuicios.
SF: ¿Cuál
es el esquema psicoterapéutico en este trabajo con grupos de hombres?.
KREIMER: Resulta altamente terapéutico,
puesto que se está partiendo de una aceptación, de quiénes
somos, incluso en los grupos de hombres en las primeras etapas se insiste
mucho que quien coordine no interprete para no crear otra vez la autoridad
y el encasillamiento y repetir el tema del padre castigador. También
es importante el alto poder curativo homeostático que tiene la
persona, es decir, al aceptar a alguien tal como es, entonces esa parte
empieza a armonizarse y a reencontrar y a expresar mucho más naturalmente
que cuando se vive como un enemigo del cual hay que defenderse. Cuando
un hombre acepta que es un mentiroso empieza a mentir menos pues llega
a mostrar lo genuino.
SF: Una estrategia de casi
todas las sociedades, a veces en demasía, ha sido la de polarizar
los sexos, por una cuestión de orden, por un lado, y por otra,
por una cuestión de tensión, deseo, etc, en la relación
y, parece, que es una estrategia que ha funcionado; lo que ocurre es que
la sociedad moderna es distinta de la tradicional y la discriminación,
la diferenciación tendría que ser, por tanto, más
personal, intransferible y no tanto de grupo. Yo quería hacerte
unas últimas preguntas, de alguna manera la Nueva Era o la Era
de Acuario está presente y pronostica una integración de
las polaridades, pero ¿cómo influye el mito del andrógino?
¿Como lo contemplas tú en los grupos?.
KREIMER: Nunca lo había
planteado en estos términos pero partimos de aceptarnos con tendencias
femeninas sin ningún cuestionamiento, lo cual ya es novedoso en
los grupos de hombres, no en los grupos deportivos ni de trabajo, en los
cuales no se acepta el aspecto femenino, en cambio en los grupos de hombres
se acepta que somos la suma de dos energías, y a partir de ahí
se revisa todo lo masculino, en la aceptación de que somos andróginos.No
es la idea de mitad y mitad, una cosa que no se sabe qué es, sino
uno es hombre o es mujer e integra la otra parte. Diría que nos
es más fácil a los hombres aceptar lo femenino que lo masculino
profundo y desconocido. LLegar a una revisión de quien es uno,
desde una visión andrógina que es más aceptadora
de ambas partes, facilita mucho el camino.
SF: El hombre se ha identificado
en cuanto a la oposición, o sea, ser hombre es no-ser mujer. Hay
un dicho que se dice entre hombres, que es, te has rajado, que significaría
te ha salido una raja, o sea eres una mujer. Lo masculino se define como
lo que no-es mujer.
KREIMER: Nosotros nos definimos por lo que no somos, por
reacción y no por adhesión, porque primero hemos de diferenciarnos
con nuestra madre, después nos damos cuenta de que no somos una
niña, después de que no somos un homosexual. En nuestra
cultura faltan rituales o situaciones que nos digan que es ser un hombre.
Pocos padres hablan de masculinidad a su hijo, porque pocos saben. El
único rito de masculinidad que había hasta hace poco era
la milicia, que es un rito muy violento, pero no hay un rito de masculinidad
donde un padre o un mentor le expliquen a un muchacho adolescente todo
lo sagrado que es el acto amoroso, o la sexualidad, o la energía
sagrada que pone en juego todo eso.
SF: No hemos hablado del
sexo a pesar de que éste tiene mucha importancia en la realidad
del hombre, porque si bien la imagen que se da entre los hombres es de
que uno es un buen amante, que es potente, cuando la realidad, al menos
por análisis sociológicos, es bastante más pobre.
¿En los grupos de hombres reconocen sus carencias sexuales?.
KREIMER: No solamente las reconocen, sino que empiezan
a aceptar, a socializar y a trabajar, es decir, hay grupos de hombres
que cumplen un poco el rol de ese iniciador del hombre en cierta sabiduría
de vida, que incluye también la sensualidad, el poder entregarse
a gozar, a no ser sólo hacedor en la cama sino también recibidor,
a dar, aflojar y relajar en la relación amorosa, sobre todo a sentir.
Básicamente si tuviera que sintetizar qué hacen los grupos
de hombres es que ayudan a que sintamos y a que pensemos.
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