
EXPLORAR LA
DIMENSIÓN DEL SILENCIO
La divinidad no es algo que la podamos identificar a nivel sensorial o
mental. La comunión con lo divino no puede suceder hasta que la
energía condicionada, individualizada, espontáneamente y
con gracia, sin ninguna inhibición provocada por el miedo, no entre
en la no--acción. Para que esto le suceda a nuestra mente condicionada
deberá comprender sus propias limitaciones, volver al centro y
relajarse en su propio ser, sin ningún deseo de alcanzar o de llegar
a ser. Cuando la mente condicionada se relaja, hay silencio.
Si nos damos cuenta en el sueño profundo la mente condicionada
entra en ese estado de “no acción”. La mente no es
consciente, si no está soñando, estará en suspensión.
En el sueño profundo hay conciencia pero no existe el movimiento
de la mente condicionada. Es una energía distinta de la condicionada.
En el sueño profundo nos movemos en el reino de la energía
incondicionada. En el sueño profundo el ego no funciona, y por
eso no estamos muertos; la interrelación espacio-temporal construida
por la mente deja de existir, y sin embargo no tenemos miedo. Hemos entrado
en otra dimensión de conciencia, fácil y pacíficamente
y emergemos totalmente regenerados. El cerebro, los nervios, la estructura
química, han descansado, las toxinas desencadenadas por el estrés
y el agotamiento han sido eliminadas del sistema, y en la misma medida,
el deterioro de nuestro cuerpo ha sido regenerado.
El tiempo cambia en la vigilia y en el sueño. La conciencia onírica
tiene otra dimensión, así un sueño de diez minutos
lo hemos vivido como días. En un sueño profundo sin sueños
la experiencia interna de tiempo, espacio y con los seres desaparece totalmente.
El sueño profundo es la evidente demostración de que existe
otra conciencia sin tiempo, ni espacio pero contenida en nosotros.
IR MÁS ALLÁ DEL TIEMPO Y DEL ESPACIO
¿Qué sucede si todo eso desaparece y nosotros no estamos
ni durmiendo, ni soñando sino que estamos despiertos? Esto es la
meditación, no hay sueños, ni espacio, ni tiempo, ni incluso,
la interrelación con la conciencia. Tan solo hay unas energías
particulares, incondicionadas y desconocidas. Estamos familiarizados con
muy pocas de estas energías con las que nos exploramos, pero existen
infinidad de ellas.
Si queremos explorar otra dimensión de nuestra conciencia deberemos
sentarnos tranquilamente, para estar con nosotros, en silencio. Nuestra
mente ha comprendido que debe relajarse en la suspensión. Si, mientras
estamos sentados, nuestra mente espera que suceda algo, que pueda coger
o adquirir, de la que pueda obtener un placer, entonces no habrá
silencio, porque habrá una tensión de espera. Si el ego
se acurruca en un ángulo de la conciencia esperando que suceda
algo interesante, entonces no vivimos en el espacio del silencio, que
es la vacuidad.
Pueden sucedernos, aún así, cosas, experiencias extrañas
que pueden satisfacer nuestra mente. Incluso pueden producir cambios en
la cualidad de nuestra mente, pero todo ocurre a nivel mental, la totalidad
del ser no crece por eso. No nos engañemos, tenemos prisa por cambiar,
pero no de crecer. La ansiedad de las experiencias no implican crecimiento,
algo que sucederá en la totalidad de nuestro ser, no en un fragmento
de él.
El ego no puede provocar una transformación, la mente no puede
conseguir la liberación. Pero cuando la conciencia egoica se relaja
en la “no acción”, aparece el silencio y la energía
incondicionada, universal, actúa sobre nuestro ser, lo llena de
un vigor y de una totalidad totalmente nueva y funciona a través
de él.
APRENDER A SENTARNOS TRANQUILAMENTE
Si queremos aprender a abandonar las expectativas y los deseos, entonces
deberemos pasar un poco de tiempo sentados y en silencio. Sentados con
la columna y la cabeza en la vertical, respirando cómodamente y
con gracia, con profundidad, y el cuerpo en relación con la tierra.
Algunas partes de nuestro cuerpo se nos manifestarán con una cierta
dureza o rigidez. La amada vida nos enseña con dulzura nuestros
límites y nos comunica qué zonas no están en forma.
Nos pone en relación con nuestro cuerpo y nos recomienda una dieta
apropiada sin azúcares, ni sales, ni especias, para tener menos
fermentaciones y menos toxinas. Como justa consecuencia el flujo de sangre,
el movimiento respiratorio y la actividad psicológica se calmarán
más libremente. Debemos educar el cuerpo a sentarse correctamente,
a conocer la vertical y a caminar correctamente. Deshacer las zonas rígidas
y duras requiere un tiempo paciente y confianza.
Nos deberíamos poder sentar con una relajada atención al
menos durante cuarenta y cinco minutos. Sin rigidez, ni pasividad, sin
modorra, ni pereza y cada fibra deberá estar atenta, vibrar de
frescura y de vigilante sensibilidad. Mantener los ojos cerrados hasta
que no aprendamos a tenerlos abiertos sin observar nada en particular.
En cuanto registramos un objeto la mente reacciona a la asociación
de ideas y de emociones y la atención se poluciona de estas reacciones
velocísimas. Es posible observar el espacio con los ojos abiertos
y no separarse de la vacuidad del espacio, pero hasta no aprender a no
registrar nada es mejor, como ayuda a la indagación, tenerlos cerrados.
Permanecer en la dimensión del silencio, lugar, aislamiento, sin
interferencias. Entrar poco a poco en el silencio, sin hacer nada, es
la dimensión del “no hacer”, no reaccionar, no conocer.
Estamos con nosotros, volviendo a casa. Observar el movimiento de la respiración,
dónde y cómo la sentís, sin interpretaciones condicionadas,
no hagáis un problema de nada.
La mente condicionada es muy curiosa por saber lo que sucede en ese lugar
de lo desconocido. Y el ego quiere volver al pasado y a sentirse gratificado,
“si, esto me está sucediendo”. La mente se mueve siempre
hacia la interpretación, cuando queda en suspensión y ya
ni los sonidos, ni las luces nos preocupen , entonces profundizamos a
otro nivel de nuestro ser.
OBSERVAR EL PENSAMIENTO CON INMEDIATEZ Y SENSIBILIDAD
Ahora empezamos a observar el movimiento de nuestro pensamiento, todo
nuestro pasado. Es nuestra sustancia de la cual estamos totalmente y celularmente
impregnados. Pensamientos y emociones contenidas en forma de vibración.
Nuestro cuerpo externo está hecho de resistencias, como hemos visto
en la primera parte de la meditación. El cuerpo interno está
hecho de pensamientos.
Cuando estamos en calma, en la dimensión de la observación,
entonces vemos nuestro cuerpo interior, más sutil y con mucho más
poder que el cuerpo externo. El pasado, moviéndose en forma de
pensamientos, quedará expuesto a nuestra sensibilidad. Los dejamos
pasar y ver como si fuese el vuelo de un pájaro, sin que la mente
diga: “este es MI pensamiento”, ya que entonces el ego vendrá
a reivindicar la rabia, amargura, culpabilidad, que son una parte de nuestro
pasado, y se sentirá herido.
Si hemos comprendido que la mente está condicionada por “la
vida”, entonces desaparecerá la carga del “MIO”,
si es sólo una idea entonces los juicios acompañarán
a los pensamientos. No puedo explorar otras dimensiones de mi conciencia
si permanezco atado a la autoridad del pasado en mi mente. Silencio y
juicio al unísono producen una excitación enorme y es imposible
indagar ya que permanecemos a nivel verbal.
Observemos los pensamientos como observamos la respiración, sin
juicios, sin comparaciones, sin identificaciones. La mente, que antes
bailábamos con ella, que nos gobernaba y dirigía nuestros
sentidos para gratificarnos, para acompañar nuestros deseos, ahora
pierde su tiranía, y nos damos cuenta de que esa vibración
ligada al pensamiento suelta su presa, que somos cada uno de nosotros.
VIVIR EN LA DIMENSIÓN DEL SILENCIO
Cuando la estructura del pensamiento pierde su presa, nosotros ya no estamos,
antes éramos expectadores y observábamos todos sus movimientos.
Ahora estamos en otra dimensión, la del silencio, no perturbada
por ningún movimiento. Estamos inmersos en el espacio interior
de la vacuidad hemos andado de la energía condicionada, particularmente
nuestra, a entrar en nuestro propio ser.
Tan solo existe la totalidad del ser, no un espacio, un tiempo o una individualidad.
Sin presiones, ni tensiones del pensamiento, de la memoria, de la razón.
Cuando cesa toda identificación se abre el horizonte del silencio.
Todo el misterio y el significado de la vida aparece en la inocente comunión
con el silencio, cuando el ego no se afirma, ni se agarra a nada.
A pesar de todo nos atrae más experimentar a Dios que crecer internamente.
Dios no puede ser experimentado. Lo divino es la totalidad que puede ser
comprendida pero no experimentada. Sentida pero no vista. Lo divino es
algo más que una experiencia física o psicológica.
Si vaciamos nuestras cabezas de todas estas estupideces de encontrarlo,
experimentarlo, tendremos el coraje de llegar a la frontera de la verbalización
y zambullirnos en el espacio interior del silencio.
La clave de la meditación es la persona sin tiempo, sin causa.
Cuando a esta persona le surge la acción, los compromisos de la
vida, actuará con vigilancia, con sensibilidad y con espontaneidad.
Cuando la acción no sea necesaria para ella se relajará
a la espera del silencio, libre de actividad para renovarse. La separación
ya no es posible, este cambio no es una adquisición espiritual
sino un crecimiento total, y no existirá el miedo a perder lo adquirido.
Meditar es encontrar la eternidad en el momento presente. Implica a la
totalidad de mi ser a cualquier respuesta que necesite mi vida interior
o exterior. Meditar es aprender a tener una actitud abierta a cualquier
cosa que surja en nuestra mente, mientras observamos su movimiento. No
está ligada al tiempo, ni al espacio, ni limitada por las construcciones
mentales. Es la relación con las cosas tal y como son. Es una pureza
de observación, sin aferrarse y sin rechazo.
Nos lleva a la comprensión y al entendimiento sin necesidad de
análisis.
SATIPATHANA, es la atención vigilante para ver un pensamiento como
tal, sin ser gobernados por él. Tan solo observamos el proceso
de pensar, no al sujeto o al contenido.
VIPASSANA: Abrir la conciencia para observar la naturaleza cambiante de
las cosas, la experiencia sin objeto.
SAMATHA: Un sólo objeto de calma y atención.
La naturaleza de nuestro pensamiento es en su núcleo “cambio”,
como todo fenómeno condicionado.
LAS 3 MARCAS DE LA EXISTENCIA
VACUIDAD: Anâtman, ausencia de identidad, carente de un yo.
INSATISFACCIÓN: Dukkha, reconocer el sufrimiento y el origen del
apego
IMPERMANENCIA: Anityâ, todo es cambio y todo está condicionado
La práctica es crecer y mantener lo esencial que es la compasión
y la sabiduría.
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