En
Budismo el deseo es el principal obstáculo para el desarrollo espiritual.
Puede ser deseo sexual, sensual,
ya que hay numerosos objetos sensuales
que entran por los ojos, los oídos, las fosas nasales, la lengua,
el cuerpo, y se trata de manejarlo adecuadamente.
La práctica de Vipassana nunca supone suprimir, sublimar o controlar.
Se trata de aceptar nuestro deseo cuando surge, establecer una relación
con él y permitirnos experimentarlo; es decir, dejamos que el deseo
aflore y lo abrazamos, pero sin llegar a ser el deseo. No nos identificamos
con el deseo, sino que simplemente lo experimentamos.
La actitud occidental ante el deseo es la de realizarlo, la de satisfacerlo,
mientras que en Vipassana no tratamos de actuar: primero lo acogemos y
lo experimentamos plenamente estableciendo una relación con él.
Por ejemplo: cuando sentimos el deseo de comida y la comida está
frente a nosotros, lo que queremos es comer. Entonces, primero sentimos
el deseo al permitirle que acceda a la conciencia y se despliegue completamente:
así contemplamos el deseo y tratamos de comprenderlo, ya que el
deseo es una energía que está dentro de nosotros. En definitiva,
lo que hacemos es experimentar la poderosa energía del deseo, no
pensar acerca de ella.
El deseo puede ser conectado al cuerpo o puede ser conectado a la mente,
a la psique, y al observarlo podemos experimentar la intensidad y el poder
de su energía. La clave está en experimentarlo, no en pensar
acerca de él.
Cuando nos identificamos con el deseo, en lugar de percibirlo como es,
nos vemos arrastrados irremisiblemente a la acción; en este caso
la energía del deseo es muy poderosa y la acción se lleva
a cabo de forma compulsiva y condicionada. Pero si lo observamos tal y
como es, es decir, si no nos identificamos con él, nos podemos
separar de él y realizar nuestra auténtica elección:
así la acción será el resultado de la comprensión
clara y de la toma de conciencia. Por tanto, se trata de percibir el deseo,
dejar que se haga poderoso dentro de uno mismo, como una entidad independiente
dentro de la persona, en su conciencia, en su cuerpo
observándolo
y relacionándose con él, es decir, experimentándolo
plenamente. A través de este proceso el deseo pierde mucho de su
poder.
Un vez que se conoce bien el deseo, la acción llegará como
un resultado de nuestra visión y comprensión obtenida a
través de la experiencia directa del mismo.
El deseo tiene un aspecto destructivo, ya que nos empuja a la lucha, pero
puede ser transformado y convertirse en un anhelo, que es una especie
de deseo elevado, algo mucho más gentil. Esto es válido
para todos los tipos de deseo. Incluso en el sexo: si hemos realizado
el proceso de observación y experimentación del deseo adecuadamente,
podremos disfrutar mucho más de la acción, ya que no somos
arrastrados a ella y, por consiguiente, podemos ser más amables
y armoniosos.
La clave es no actuar siguiendo el deseo compulsivo, ya que éste
implica tensión física, mental o emocional. Por el contrario,
se trata de llegar a la acción desde un estado muy claro y relajado.
En el Budismo existen una serie de reglas morales, por ejemplo, no practicar
sexo durante las festividades budistas. Cuando practicamos Vipassana yo
creo que no necesitamos reglas, ya que confiamos en la propia toma de
conciencia, en la mirada interior y en la comprensión directa que
resulta de haberse abierto al deseo y haber experimentado plenamente su
energía antes de actuar.
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